Bitácora del Capitán, fecha terrestre: 01 de julio.
El mediodía sorprendió una escena digna de Miguel de Santiago o de algún pintor manierista de la escuela quiteña: Yo desparramada sobre la cama y los libros que estaban sobre ella antes de acostarme esta mañana. A mis pies, un casco de ciclista, un morral y una botella vacía de Whiskey. A la cabecera, un botellón de agua casi vacío. Como detalle de color, dos gatos trepados sobre mi espalda con el modo vibrador encendido.
Me levanto despacio y con extremo cuidado para no perturbar este Tableau de la Desdicha y me tambaleo hasta la cocina (exactamente seis pasos) a prepararme un desayuno sencillo pero nutritivo.
Harina de trigo fortificada, agua, huevos, sal, glutamato monosódico E-621, saborizante de res, ajo en polvo, cebolla en polvo, ají en polvo y aceite.
Hace mucho que no tenía el privilegio de asistir al abrupto milagro de un amanecer quítense. Quien tenga la paciencia necesaria se verá recompensado con un espectáculo deprimente, realmente lo recomiendo. Esta experiencia y los sueños que me ha engendrado (que bien podrían haber sido los que le tocaban hoy a Lady Gaga, llegados a mí por alguna equivocación*) me han enseñado bien lo que sucede cuando se llega, deshidratada, de ciclear y se maniobra directamente hacia la cerveza: carishina chuchaqui.
Ignoro la hora del día: aparentemente he abandonado mi celular en puerto ajeno. Espero que el un Carlos haya dormido bien en la casa del otro Carlos.
PS: Por el presente medio quiero agradecer a la Andreita por el desayuno salvador de esta madrugada. Es un ángel caído del cielo. La Andreita, no el desayuno.
* ¿equitación?
1 comentario:
guambra! te quiero!
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