Hoy es el cumpleaños del Maestro! Y por eso, voy a ponerles una cita de un libro que no tengo (porque se lo presté al Otaku). ¡Salú!
Japi Berdei Mr. Pratchett!!
"¿Están las Copas de la Integridad bien y correctamente recubiertas?" entonó el Hermano Vigía.
"Sí, recubiertas muy bien están ellas".
"Las Aguas del Mundo, ¿están ellas Abjuradas?
"Sí, abjuradas a todo poder están ellas".
"¿Han sido los Demonios de la Infinidad atados con muchas cadenas?"
"Pucha," dijo el Hermano Yesero, "siempre hay algo que falta."
El Hermano Vigía flaqueó. "Por una sóla vez sería lindo que cumplamos correctamente con los antiguos e intemporales rituales, ¿no les parece? Sería bueno que lo intentaran."
"¿No sería más rápido, Hermano Vigía, si la próxima vez lo hago dos veces?" dijo el Hermano Yesero.
El Hermano Vigía consideró esto refunfuñando. Parecía razonable.
"Está bien," dijo. "Ahora, continuemos con lo que sigue. Y me tienen que llamar Supremo Gran Maestro Provisional, ¿entienden?"
Esto no tuvo una apropiada y dignificada recepción entre la hermandad.
"Nadie nos dijo que ibas a ser el Supremo Gran Maestro Provisional," masculló el Hermano Portero.
"Bueno, esto es todo lo que deben saber porque bien que lo soy, ya que el Supremo Gran Maestro me pidió que abriera la Logia debido a que él se iba a retrasar con todo este asunto de la coronación," dijo altivamente el Hermano Vigía. "Si eso no me hace Supremo Gran Maestro Provisional no sé qué demonios me hace, ¿está claro?"
"No le veo la razón," gruño el Hermano Portero. "No hay necesidad de que tengas un título así de grandioso. Podrías ser algo como, este... Monitor de Rituales."
"Eso," dijo el Hermano Yesero. "No entiendo por qué te das tantos aires. Los antiguos y místicos misterios no los aprendistes de monjes o nada parecido."
"Aparte van varias horas de amansadora," dijo el Hermano Portero. "No es correcto. Creí que íbamos a recibir nuestra recompensa—"
El Hermano Vigía se dio cuenta de que estaba perdiendo el control de la situación. Intentó halagarlos con diplomacia.
"Estoy seguro que el Supremo Gran Maestro va a llegar en cualquier momento," dijo. "No lo arruinemos de entrada, ¿eh? ¿Muchachos? Organizar esa pelea con el dragón y todo lo demás, hacer que todo saliese bien, fue algo valioso, ¿no? Pasamos muchas cosas juntos, ¿cierto? Vale la pena esperar un ratito más, ¿okey?"
El círculo de figuras en túnicas y encapuchadas se desordenó y de mala gana estuvo de acuerdo.
"Okey"
"Es justo"
"Eso"
CIERTAMENTE
"Está bien"
"Si vos lo decís"
En un escalosfrío el Hermano Vigía empezó a sentir que algo no estaba bien, pero no sabía qué.
"¿Uh?" dijo. "¿Hermanos?"
Ellos, también, estaban inquietos. Algo en el cuarto estaba afilando sus dientes. Había una atmósfera.
"Hermanos," repitió el Hermano Vigía, tratando de reafirmarse, "estamos todos
Le respondió un temeroso coro.
"Por supuesto que sí."
"¿Qué pasa?"
"¡Sí!"
SI
"Sí"
Ahí estaba otra vez, una sutil incorrección de cosas a las que no podés señalar con tu dedo porque tu dedo también estaba asustado. Pero los incómodos pensamientos del Hermano Vigía fueron interrumpidos por un rasqueteo en el tejado. Unos pequeños trozos de revoque cayeron dentro del círculo.
"¿Hermanos?" repitió nerviosamente el Hermano Vigía.
Ahora se oía uno de esos sonidos silenciosos, un largo y zumbante silencio de extrema concentración y posiblemente la inhalación de aire en pulmones del tamaño de parvas de paja. Las últimas ratas de la autoconfianza del Hermano Vigía huyeron del naufragio de su coraje.
"Hermano Portero, si tan sólo pudieras abrir el Espantoso Portal—" gorjeó.
Y entonces se hizo la luz.
No hubo dolor. No hubo tiempo.
La muerte arranca muchas cosas, especialmente cuando llega a una temperatura lo suficientemente caliente como para vaporizar al acero, y entre esas cosas están tus ilusiones. Los restos inmortales del Hermano Vigía vieron al dragón alejarse volando entre la niebla, y luego miraron hacia abajo hacia el coagulado charco de piedra, metal y misceláneas trazas de elementos que eran todo lo que quedaba de los cuarteles secretos. Y de sus ocupantes, se percató en la desapasionada forma que es parte de estar muerto. Vivís toda tu vida para terminar convertido en un manchón girando como crema en el café. Cualesquiera fueran los juegos de los dioses, los jugaban de forma jodidamente misteriosa.
Miró a la figura encapuchada a su espalda.
"Esta no fue nuestra intención," dijo con debilidad. "Honestamente. Sin ofender. Sólo queríamos obtener lo que nos merecíamos."
Una mano esquelética le palmeó el hombro, con bastante ternura.
Y la Muerte dijo, FELICITACIONES.
Guards! Guards!